Por Marianela Boán
Dedico estas palabras a Ramiro Guerra, padre de la danza contemporánea cubana, en el primer aniversario de su muerte
Ramiro, como buen padre, estaba ahí antes de mi nacimiento como coreógrafa. Estaba ahí su ADN de artista culto, intelectual, arriesgado, experimentador y con una propuesta precisa acerca de la danza y la cubanía. Cada obra suya que vi de niña me impresionó enormemente; Impromptu galante, Medea y los negreros, Orfeo antillano, Suite yoruba y Decálogo del apocalipsis.
Su libro "Apreciación de la danza" fue mi biblia cuando ya en la escuela comencé a hacer mis primeras coreografías.
Los maestros están hechos para ser asimilados y negados pero con Ramiro es imposible. Ramiro es de esos maestros tan enormes que son imposibles de negar. Él había abarcado un espectro estilístico tan amplio con su obra, que su resonancia con la vanguardia mundial, cercenada en el quinquenio gris, contenía ya la vanguardia que toda una generación encontraría en el futuro.
Me duelen todas las obras de él que no pudimos ver cuando fue bruscamente alejado de la posibilidad de seguir creando en pleno esplendor de su brillante carrera. No imagino un castigo más cruel para un creador. Y ¿qué hizo Ramiro; encerrarse a llorar? ¡No! Se fue a escribir los libros que quería legarnos y a escribir de nosotros, los que lo heredamos, los que ocupamos su lugar. Con una gran entereza se dedicó a seguir con admiración y responsabilidad de padre todas nuestras obras. Ramiro fue ante todo un gran ser humano.
Cuando llegué a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, en aquel tiempo Danza Nacional de Cuba, él era el gran ausente. Había un aire de duelo en el salón de ensayos.
Toda la generación formada por él y convertida por él en verdaderos diamantes, como Gerardo Lastra, Isidro Rolando, Ernestina Quintana, Silvia Bernabéu, Eduardo Rivero, Arnaldo Patterson, Perla Rodriguez y otros, hablaban siempre de Ramiro, nos contaban anécdotas, nos ponían ejemplos, lo citaban. Era un mito viviente, y su presencia ausente se sentía con todo el peso en el tabloncillo y el sudor.
Cuando llegué a esa Compañía, sentí también en las coreografías que bailaba, aunque muy buenas, la ausencia de elementos fundamentales que había visto en las coreografías de Ramiro. Su cultura universal, su intelectualidad, su brillante inclusión de la cubanía en sus obras, y en resumen su genialidad y su complejidad, no estaban presentes con la misma fuerza en el repertorio que debía bailar. Simplemente él no estaba. El gran ausente.
Mi obra coreográfica comienza en parte motivada por la búsqueda de ese padre, y para llenar esa ausencia. La que considero mi primera obra de gran formato que fue “Mariana" en 1980, está claramente inspirada en la manera de hacer de Ramiro. A él le gustó la obra y me lo hizo saber, creo que se dio cuenta, no sé, pero me mandó un mensaje diciendo que era una obra “recia”, no olvido la palabra. Me marcó el camino.
Pero tambien marcó mi camino cuando creé DanzAbierta y empecé a romper tardíamente con lo que él ya había roto en los años setentas.
Me di cuenta entonces de que cuando se reprime a Ramiro, habíamos sufrido como generación la misma represión que él había sufrido al ser castigado por su Decálogo del Apocalipsis. El mensaje para todos fue: "vanguardia no, locuras no, no experimentes, no transgredas". Es por eso que cuando en los tardíos ochentas, DanzAbierta, Ballet Teatro, Así somos, Retazos, Danza Combinatoria y otros, comenzamos a recuperar la idea de vanguardia, también comenzó una fiesta para Ramiro.
¡Qué manera de disfrutar lo que hacíamos! No puedo dejar de emocionarme al pensar que el padre tuvo la capacidad de volverse un niño sorprendido al ver nuestros trabajos, disfrutarlos y dedicarle horas escribiendo de ellos.
Tengo el honor de decir que no se perdió jamás un estreno mío y que tuve siempre su opinión buena, mala o regular de mis obras; y que cada vez que fui a Cuba con mis obras y compañías de otras latitudes, ahí estaba él siempre dándome su opinión y escribiendo.
La última vez que lo vi yo estaba en el escenario saludando junto a los bailarines al final de la presentación de Defilló en la Sala Covarrubias en La Habana y sentí un ¡Bravo! que viajaba por encima de todos los otros. Era Ramiro, en primera fila, de pie, apoyado en su bastón, gritando. A estas alturas de mi carrera, sentir su voz verdaderamente emocionado desde la platea, ha sido el más importante y hermoso regalo de mi vida.
Gracias Ramiro por ser todo para mí y para la danza cubana. Nos diste la vida, y tu ADN esta para siempre en nosotros y nuestra danza.
Lloro tu muerte nuevamente. Pareciera que esta vez sí es de verdad, pero no.
Estarás siempre presente, vivo, cuando soñemos nuestra próxima obra.
Foto 1. Con Ramiro Guerra, Carlos Repilado y Fidel Pajares después de la función de Defilló en La Habana/ Foto 2. Con Ramiro, Suky John y Liliam Padrón/ Foto 3. Con Ramiro en su casa de La Habana/ Foto 4. Con Ramiro y Norge Espinosa.
English
Ramiro in our DNA
By Marianela Boán
I dedicate these words to Ramiro Guerra, father of contemporary Cuban dance on the first anniversary of his death.
Ramiro, as a good father, was there before my birth as a choreographer. There was his DNA as a cultured, intellectual, risky, experimental artist and with a precise proposal about dance and Cuba. Each of his works that I saw as a child impressed me greatly; Gallant Impromptu, Medea and the Slavers, Antillean Orpheus, Yoruba Suite and Decalogue of the Apocalypse.
His book "Appreciation of Dance" was my bible when I started doing my first choreography at school.
Teachers are made to be assimilated and denied but with Ramiro it is impossible. Ramiro is one of those teachers so enormous that they are impossible to deny. He had covered such a wide stylistic spectrum with his work that his resonance with the world avant-garde, cut off in the gray five-year period, already contained the avant-garde that a whole generation would find in the future.
All his works that we could not see hurt me when he was abruptly removed from the possibility of continuing to create in the full splendor of his brilliant career. I do not imagine a more cruel punishment for a creator. And what did Ramiro do; lock yourself up to cry? No! He went to write the books he wanted to leave us and to write about us, those of us who inherited it, those of us who took his place. With great integrity he devoted himself to following with admiration and responsibility as a father all our works. Ramiro was above all a great human being.
When I came to the National Contemporary Dance Company, at that time National Dance of Cuba, he was the great absentee. There was an air of mourning in the rehearsal room.
The entire generation formed by him and converted by him into true diamonds, such as Gerardo Lastra, Isidro Rolando, Ernestina Quintana, Silvia Bernabéu, Eduardo Rivero, Arnaldo Patterson, Perla Rodriguez, and others, always spoke of Ramiro, told us anecdotes, gave us examples, they quoted him. It was a living myth, and its absent presence was felt with all the weight on the board and the sweat.
When I came to that Company, I also felt in the choreographies that I danced, although very good, the absence of fundamental elements that I had seen in Ramiro's choreographies. His universal culture, his intellectuality, his brilliant inclusion of Cuban in his works, and summary his genius and complexity, were not present with the same force in the repertoire that he had to dance to. He just wasn't there. The great absentee.
My choreographic work begins partly motivated by the search for that father, and to fill that absence. What I consider my first large-format work, which was "Mariana" in 1980, is inspired by Ramiro's way of doing things. He liked the work and he let me know, I think he realized, I don't know, but He sent me a message saying that it was a “sturdy” work, I don't forget the word.
But it also marked my path when I created DanzAbierta and I started belatedly breaking with what he had already broken in the seventies.
I realized then that when Ramiro was repressed, we had suffered as a generation the same repression that he had suffered when punished by his Decalogue of the Apocalypse. The message for everyone was: "No avant-garde, no follies, don't experiment, don't transgress." That is why when we started dancing to the avant-garde idea in the late eighties, DanzAbierta, Ballet Teatro, Así Somos, Retazos, Combinatory Dance, and others, a party also began for Ramiro.
What a way to enjoy what we did! I can't help but get excited thinking that the father could become a surprised child to see our works, enjoy them and spend hours writing about them.
I have the honor to say that a premiere of mine was never lost and that I always had your good, bad or regular opinion of my works; and that every time I went to Cuba with my works and companies from other latitudes, he was always there giving me his opinion and writing.
The last time I saw him I was on stage waving with the dancers at the end of Defilló's presentation at the Sala Covarrubias in Havana and I felt a Bravo! who traveled above all the others. It was Ramiro, in the front row, standing, leaning on his cane, screaming. At this point in my career, feeling his voice truly excited from the audience has been the most important and beautiful gift of my life.
Thank you Ramiro for being everything to me and the Cuban dance. You gave us life, and your DNA is forever in us and our dance.
I mourn your death again. It seems that this time it is true, but no.
You will always be present, alive, when we dream of our next work.
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